Suena el despertador. 6.10 a.m. «Nooooo. No puede ser, ¡qué sueño! No me puedo levantar. Puffff… Vaya día me espera. Necesito una siesta» [Repaso mental de las tareas del día]. «Imposible la siesta, ¡qué mal!».

Estas son mis primeras palabras del día.

¿Quién no se despierta así? ¿Te has parado a pensar las veces que dices ‘sí’ y ‘no’ a lo largo del día? ¿Utilizas un lenguaje positivo o negativo? ¿Sabes qué palabras te motivan y cuáles te desgastan? El lenguaje nos define y nos influye. Nuestra manera de elegir unos u otros vocablos a la hora de hablar dicen mucho de quién somos, cómo somos, qué queremos y de qué manera tratamos a los que nos rodean.

Pero hay más. Investigaciones han comprobado el efecto que tienen las palabras en nuestro cerebro. Existe una relación directa entre el lenguaje, los sentimientos y los pensamientos. Por tanto, aquello que decimos (y que nos decimos) influye en nuestra manera de pensar y de sentirnos.

Absolutamente todas las palabras tienen carga emocional. Por ello, es muy probable que si desde primera hora de la mañana me digo que voy a tener un día horrendo, termine teniéndolo.

El lenguaje negativo nos rodea.»En fin», «yo no digo nada pero», «no puede ser», «ya veremos». Respondemos con ‘ok’,  con las cosas que no podemos hacer, con los días que no podemos quedar, con aquello que no queremos tener… ¿Tan difícil es decir ‘sí’, dar las gracias, ofrecer una solución…?

Si el lenguaje influye en cómo percibimos la realidad, con un uso adecuado del lenguaje podemos mejorar nuestra actitud ante la vida. Y eso es bienestar, y también salud.

Los pasos son sencillos: elige tus palabras positivas, aquello que te motiva, que te hace sentir bien.

Palabras positivas

¿Qué te dirás mañana cuando suene el despertador?

Firma Verónica Crespo

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